jueves, 14 de junio de 2012

El mundo en un mensaje.


Resulta que una viene libre, suelta, con el cabello al viento, re enganchada con esa canción que te incita a pogear con cuanto transeúnte se cruce en tu camino. Feliz de tener medio fernet esperándote en la heladera y un chocolatin que te regalo tu padre. Que adquirió no como un gesto de amor hacia tu persona sino que fue solo porque no tenía monedas el kiosquero  y como su diabetes no se lo permite, termino siendo un gesto de cariño impensado hacia vos. Poco importa si fue intencionado o no, es chocolate, fin. La gloria en una pequeña barra de cacao. Gracias, papá. Con intensión o sin ella, me lo voy a comer igual.
Entonces, vos, tan desprendida, autónoma de todo lo que te rodea, transitas  por las calles de esta gran ciudad como si no existiesen agujas que condicionen la  vida. Y, de repente, un sonido familiar, una vibración en tu bolsillo. Miras y ahí está  ese nombre que no esperabas y esa sonrisa idiota que no podes evitar. Tu atención se reduce a una pantalla de celular. Llegas a tu casa. Olvidas que había medio fernet, que existía un chocolate y que la canción se termino hace 15 cuadras atrás. Ya no importa nada más que, que ese artefacto no deje de sonar y que esa sonrisa se incremente cada vez más. Que las distancias se acorten y que el calor imaginario de su cuerpo se convierta en real. Nada, nada más importa.
En un momento de lucidez miras para un costado y recapacitas de la situación en que te encontrás. Reis reconociéndote como una reverenda patética e intentas frenar la historia que inconscientemente empezaste a narrar desde que viste su nombre en esa pantalla. Imposible. Luchas contra eso, aguantas unos mensajes más y luego un silencio existencial. Unos besos y un adiós con carita de dos puntos y medio paréntesis. Te sentís victoriosa, acabas triunfal la batalla. Terminaste con aquello que sabes que inevitablemente se siente venir pero pusiste freno de mano y quedo ahí. Bien. Bien. Lo lograste. Te resistís a caer en las garras de Cupido. De ese angelito culon que más de una vez te vendió un buzón por amor. Felicidades. Objetivo cumplido. Lástima que esos besos y ese adiós con carita de dos puntos y medio paréntesis tenían  un texto anterior: “en un rato estoy”. Y el timbre sonó, ese rato llego. Abrís la puerta. Ella está ahí, con su mejor sonrisa para hacerte recordar, que resistir la tentación no es tan divertido como dejarse llevar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario